Si me he decidido a hacerlo así es porque “Sólo un beso” parece una reinterpretación actual del magistral trabajo de Dreyer en “La palabra”; tal es así que da la sensación que Ken Loach realiza una labor hermenéutica dando una visión fresca y actual –muy actual a fecha de hoy- de la intolerancia religiosa y étnica.
La historia que plantea Ken Loach da comienzo en Glasgow, Escocia, y plantea la historia de una familia musulmana aparentemente integrada en la sociedad británica y una profesora del instituto católico donde estudia la hija menor de la familia. La historia es bella porque está dibujada con un pincel muy fino, sin acritud; sabe apreciar las luces y las sombras de las personas, sus miedos, su cerrazón, su fanatismo y su capacidad para amar y sobreponerse.
Para Loach y para Dreyer el fanatismo y la intolerancia no surgen de una determinada interpretación de las escrituras sagradas sino del corazón de las personas. Para Loach, el reconocimiento de la alteridad del “otro”, sin miedo, como un simple hecho natural y
Sin duda, dos grandísimas películas; la primera, “La palabra” es un claro guiño al filósofo danés Sören Kierkegaard; la segunda, “Sólo un beso”, rodada cincuenta años después, es un bello homenaje a la primera.
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