Wikipedia

Resultados de la búsqueda

lunes, 14 de julio de 2014

Humanismo, Metafísica y tecnología en las aulas.

Sucede de un tiempo a esta parte que existe un extraordinario empeño en vincular el progreso de la educación con la implantación de las nuevas tecnologías en el proceso educativo. E incluso, aprovechando las nuevas posibilidades técnicas que entran a nuestro alcance, han aparecido nuevas metodologías docentes; metodologías nuevas que tratan –y en esto quiero hacer hincapié- sobre la gestión de la información. Lo cual, de entrada, me parece muy interesante si realmente existe algún déficit en la transmisión de información en los centros educativos. En fin, sea como sea, como es natural, cualquier novedad sugiere y propicia su discusión generando así detractores y partidarios. Por mi parte, no voy a negar que no tengo intención de perder de vista este debate, pero antes de sumergirme en él me gustaría aclarar que la cuestión de fondo no debería ser un mero estar a favor o en contra; porque, como ya demostró Hegel, la negación de una tesis no implica su invalidación sino todo lo contrario, la reafirma dentro de un proceso dialéctico. Y porque también creo que la cuestión de fondo trasciende al propio debate.

Existe la tentación de zanjar el debate con la respuesta “obvia” de que adoptamos la técnica en la educación y en otras esferas de la vida porque es útil; pero eso en el fondo aclara tanto como decir que adoptamos la técnica porque es moral, progresista, buena o bella. Y si no nos extrañamos ante tal afirmación es porque el sentido de “utilidad” viene enmarcado dentro de un contexto previo. Es decir, decimos que algo es útil cuando es útil para algo o alguien; en este caso, lo “útil” en el sentido más amplio viene determinado por lo útil para la humanidad y, por ende, para la educación – e inevitablemente cuando hablamos de humanidad hablamos de un modelo definido de humanidad: Un humanismo –con la carencia que implícitamente lleva consigo cualquier definición de humanidad por su autorreferencialidad-. Aunque más certero sería hablar de "humanismos" porque han existido distintos paradigmas de humanidad, es por ello que me parece más apropiado emplear aquí el plural.

¿Entonces, cuando hablamos de lo útil para la humanidad y la educación, de qué hablamos? ¿De aquello que aumenta nuestro poder? ¿De aquello que nos hace más libres?  ¿De aquello que nos hace más eficientes o productivos? ¿De aquello que nos hace más prósperos? ¿De aquello que nos proporciona más conocimientos? ¿De aquello que nos hace más felices? ¿De qué? En cualquier caso, para la historiografía, lo que define a los grupos humanos y pre-humanos es su relación con el mundo a través de la técnica. Pero, y dicho sea de paso, recordando la crítica de Heidegger a Marx, cualquier relación con el mundo implica ya una cierta visión o concepción previa de éste. Si una sociedad recolectora-cazadora del paleolítico fabricaba unas herramientas y no otras frente a otra sociedad que vivía en un entorno parecido es porque concebía el mundo de una determinada manera. La fabricación de una herramienta (tecnología) obedecía a una determinada concepción o imagen del mundo. Y, sin necesidad de retrotraernos demasiado en el tiempo, ¿sería posible la revolución industrial sin las tesis metafísicas postuladas por Descartes que inauguran la época moderna en el pensamiento al ubicar el “YO” como sujeto de conciencia que se representa representando el mundo, y en el que el conocimiento se convierte en “certitudo” y la verdad en “adequatio” mediada por un método (mathema) que sirve de nexo entre las distintas representaciones del sujeto y la cosa en sí del objeto?

¿No ha de cambiar nuestra relación con el mundo, la educación o la técnica al cambiar nuestra visión del mundo, de nuestro lugar en él y, lo que es más importante, de nosotros mismos? ¿Hubiése sido posible el invento de la imprenta en la alta edad media? Y de ser así, ¿hubiése tenido las mismas implicaciones? Lo que está claro es que existe una visión del mundo de la cual las demás cosas no escapan ni son inocentes. Qué ocurre, pues, cuando intentamos mediante la metafísica responder a las preguntas: ¿Qué es la humanidad y qué es el mundo? ¿Y qué peso ejerce la técnica en este modo concreto de pensamiento? Pues habría que remontarse a los albores del pensamiento metafísico para ver dicha relación, cuando Platón vislumbro lo real, lo que  es –lo verdaderamente ente o ser del ente- como ιδέα; o posteriormente con Aristóteles que no invierte dicha tendencia sino que más bien pule ese sistema de pensamiento al reducir las causa y “evitar duplicar sin necesidad los entes”. Pero no va más allá, no invierte la cesura que Platón supone con respecto a los presocráticos: La pregunta por el ser del ente -y, por decirlo con Heidegger, el olvido del Ser- cuya sombra se alarga hasta nuestros días. Porque no olvidemos que la epistemología, el método científico, no es más que un ámbito de indagación concreto y acotado de la metafísica. Y en cuanto a la posterior deriva de la escolástica, es cierto que por una parte reduce la perspectiva del pensamiento a un ámbito de fe, la existencia motivada por la existencia de un ente superior, Dios, y demostrada mediante la lógica aristotélica. Pero, por otra parte, en la edad media y gracias al cristianismo se introduce en el paradigma de lo humano la esfera de lo subjetivo. Un hito muy significativo para la posterior idea de “hombre”. Porque aunque sólo es lícito hablar de humanismo en un periodo muy tardío de la alta edad media, las sucesivas concepciones de lo “humano” van a la par de esa esfera de lo subjetivo y sus consiguientes potencias del alma; fundamentalmente de la voluntad. La cual se hace predominante en la medida en que el “hombre se hace responsable de su destino – o utilizando la terminología Nietzscheana-, acrecienta su voluntad de poder. Cambio en la concepción del hombre, pues, que por cierto va acompañada a su vez y paralelamente de un cambio del paradigma de la educación y la transmisión de conocimiento: Del monasterio al burgo y del burgo a la universidad. Y de este modo se forja la metafísica moderna para la cual la entidad del ente – su ser, su esencia- es voluntad, e implica una escisión entre sujeto y objeto. Objeto entendido aquí como lo que obsta, lo que se opone y deber ser confrontado y dominado por el sujeto representante; y que tiene, por cierto, como consecuencia un concepto de la verdad reducido al método de la tecno-ciencia actual.

Finalmente, independientemente de las posteriores derivas metodológicas de las ciencias, la metafísica alcanza uno de sus últimos estadios con Nietzsche, para el cual un sistema o toma de posición de cualquier sistema lógico, moral y, en definitiva metafísico, sobre la verdad, la humanidad o el mundo fundamentado en la “adequatio” y la “certitudo” responde a una mera posición de fe –de mala fe diría él- que omite lo único y esencial y que supone a su vez el broche y la conclusión de su pensamiento y en definitiva del pensamiento metafísico: La voluntad incondicionada del sujeto para crear sistemas y valores: Lo objetivo como objetivación de lo subjetivo. En este punto crucial del pensamiento es Nietzsche quien prevé el destino de épocas futuras; el del dominio ilimitado del ente desencadenado por el despojo de preceptos caducos en el pensamiento sobre “verdad” y “bien”.

Así pues, en esta tesitura de afán tecnológico y voluntad de dominio incondicionado del ente parece que periclita nuestro pensamiento metafísico. Tenemos, en consecuencia, un pensamiento humanista opuesto cada vez más a lo humano cuyo trasfondo demanda cada vez más la absorción de lo humano en la tecnología. ¿Cómo reprochar, entonces,  que un currículo escolar apueste por las ciencias en detrimento de las humanidades o por una implantación creciente de la tecnología en pos de la acumulación de datos e información, y en perjuicio del pensamiento crítico y autónomo? Porque en cierto modo no hace otra cosa que ser consecuente con un modo determinado de humanismo y con la metafísica que lo ha engendrado.Y dado el espíritu de los tiempos que nos ha tocado en suerte vivir, ¿hay algún punto al que podamos llamar punto de encuentro entre los hombres y el “hombre”? ¿Qué es aquello que aún puede hacer que nos reconozcamos como humanos y pueda ser extrapolado a la enseñanza? Tal vez la palabra y, por ende, el pensamiento. Pero entendidos en un sentido más amplio que el de la lógica y la sintaxis. En un sentido más amplio que el reduccionista y nihilista que pueda proponer cualquier humanismo incapaz de reconocer como humanos o “humanos evolucionados” a aquellas tribus o culturas –e incluso otros humanismos- que se quedan al margen de su pensamiento, y no digamos su incapacidad para comprender y comparar la relación que mantienen con la técnica las culturas que no han tenido contacto con el pensamiento metafísico.

6 comentarios:

  1. Debate en torno al humanismo celebrado el pasado 10 de agosto en el programa Milenium de TVE.

    http://www.rtve.es/alacarta/videos/millennium/millennium-deshumanizandonos/2705515/

    ResponderEliminar
  2. En relación al presente debate, el diario El País ha publicado el siguiente artículo de opinión de Amparo Gil, directora de Caxton College.

    http://ccaa.elpais.com/ccaa/2015/01/28/valencia/1422465732_852543.html

    ResponderEliminar
  3. También en relación con este debate, pero desde otro punto de vista, el de la decadencia de los valores occidentales enlazo este interesante artículo publicado en el diario El País por Jesús Andreu, director de la fundación Carolina. Ylo hago con el convencimiento de que no se puede disociar los valores sociales de cualquier proyecto pedagógico.

    http://elpais.com/elpais/2015/02/20/opinion/1424453359_808232.html

    ResponderEliminar
  4. Francesc Pedró, jefe de la división de Políticas Sectoriales, TIC y Educación de la Unesco firma este artículo en el que afirma que la calidad pedagógica no es proporcional a la inversión tecnológica.

    La tecnología y la transformación de la escuela.
    http://elpais.com/elpais/2015/02/19/opinion/1424369901_522959.html

    ResponderEliminar
  5. Judy Wajcman: «No dudo de la repetición de la historia, pero sí soy escéptica respecto al progreso» http://www.jotdown.es/2016/03/judy-wajcman/

    ResponderEliminar
  6. Lo humano ahora es distinto: hemos pasado de la especulación y el interés por el saber a la constatación de que podemos vivir sin Cervantes o Velázquez, pero no sin dinero: http://elpais.com/elpais/2016/06/14/opinion/1465917998_651412.html

    ResponderEliminar