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miércoles, 27 de mayo de 2015

UNA PROPUESTA PEDAGÓGICA: LA ECOLOGÍA

Ámbito, ambiente pero también ambición comparten, curiosamente, el mismo origen etimológico. Ambiente es el participio de presente del verbo latino ambio, y significa: "El que circunda y abarca algo con la vista". En este caso, por decirlo con Félix Duque, el homo ambiens o ambitiosus es aquel que anda alrededor de una cosa, que la abraza, la enlaza, la rodea. En este caso, es el hombre el que, mediante el pensamiento, la acción técnica y política tiende a adueñarse del medio convirtiéndolo en su entorno o, como dijo Ortega, "en su circunstancia".


Así pues, como Jonathan Swift, me gustaría plantear una humilde aunque ambiciosa propuesta que trate de enmendar cierta carencia de la que adolece el actual plan educativo. Es cierto que en el ámbito académico a día de hoy parece brotar una incipiente sensibilidad hacia la ecología; pero también es cierto que este primerizo impulso todo lo más que ha conseguido no ha ido más allá de una cierta torpeza y titubeo bienintencionados. Trataré de explicarme.

Si atendamos a las asignaturas de Historia, Ciencias naturales y Educación para la ciudadanía (antes de que vuelvan a cambiar de contenido y de forma), podemos extraer diferentes conclusiones. Una de ellas es que existe una asignatura como la de Educación para la ciudadanía sin necesidad de enmarcarla dentro de la asignatura de Historia o de crear otra asignatura específica como "Historia de la ciudadanía". Lo cual tiene sentido, porque la finalidad que persigue la asignatura de Educación para la ciudadanía es distinta de la que persigue la asignatura de Historia; Así como la Ética tiene un propósito distinto de la Historiografía.

Por cierto, si se me permite un pequeño circunloquio, me gustaría recordar que la asignatura de Historia de la religión sí se puede enmarcar perfectamente en el ámbito de la historiografía; tanto como por ejemplo la Historia del arte o la Historia de la filosofía, puesto que el estudio de un periodo histórico es indisociable de las creencias religiosas de una determinada cultura, de su arte, de sus formas y sistemas políticos o de su pensamiento y de cómo inciden éstas en las esferas vitales de las sociedades en un particular momento histórico.

Por el contrario, el ámbito de estudio y, por lo tanto, las respuestas que pueden ofrecer la ecología y las ciencias naturales, no son esencialmente las mismas. Aunque, evidentemente, en más de un punto o estadio puedan llegar a converger. Y esto es así, de la misma manera que existe una divergencia entre la física y la ética: La primera aspira a un conocimiento acotado a un método epistémico; mientras que la segunda implica una reflexión axiológica y moral y una puesta en valor de dicho conocimiento, lo cual es indisociable de su dimensión ontológica, el entorno o, por expresarlo con Heidegger, el ahí- en el que acontece la apertura al claro del Ser: El Dasein. Y es precisamente ahí donde detecto una carencia en nuestro actual sistema educativo. Es más, en este punto no sólo detecto una carencia académica sino una urgencia vital para la sociedad. Porque, considero que resulta evidente para la razón y el sentido común que de la misma manera que no es posible concebir al hombre como un hecho aislado al margen de la sociedad -y de ahí, por ejemplo, el acierto de la asignatura de Educación para la ciudadanía en primaria y secundaria-, tampoco es posible concebir a la sociedad y la cultura al margen del ecosistema en el que se asienta.

Pienso que una de las conclusiones que nos obliga a extraer este hecho es la necesidad de trascender el concepto de educación orientada exclusivamente a las necesidades de un determinado mercado laboral; por las implicaciones evidentes que esto conlleva tanto para el desarrollo y el pensamiento autónomo de una persona particular, para la sostenibilidad y la calidad de vida de una sociedad en su conjunto y para el impacto medioambiental del ecosistema en la que ésta se asienta.

Por lo tanto, en mi opinión, debemos abogar no sólo por el hecho concreto de implantar una asignatura específica que se ocupe de la ecología; sino de un cierto espíritu que subyazca en el modelo educativo y que sea capaz de dotar a los alumnos de pensamiento crítico, empatía y conciencia medio ambiental. Por cierto, espíritu entendido aquí en el sentido de energía (Energeia) encaminada hacia la prosecución de valores éticos -un Ethos-; es decir, como indica el origen de esta palabra, hacia un determinado modo de morar o habitar.

Porque, ¿qué finalidad tiene la educación sino la de prepararnos para una determinada concepción óntica? O, lo que es lo mismo, para, primero, tratar de pensar y transmitir a los alumnos una determinada comprensión del Hombre de sí mismo; segundo, integrar al hombre en un contexto social y cultural; y, tercero, tratar de comprender y pensar cómo una sociedad se da inserta en un ecosistema.



lunes, 25 de mayo de 2015

Una adolescente se suicida tras sufrir acoso escolar.

El pasado 23 de Mayo nos enteramos de que una alumna de 16 años se había quitado la vida harta de sufrir el acoso y el maltrato de algunos compañeros y de no recibir respuesta por parte de aquellos que deberían de velar para que estas cosas no ocurrieran.

Una triste noticia que como en la mayoría de estos casos se ha actuado tarde y mal. Y por ende, escuchando a las partes, parece que nadie está muy dispuesto a hacer autocrítica; porque no he escuchado decir nada interesante más allá de la respuesta fácil (e irresponsable): "La culpa es de la redes sociales". Y así, se pierde una valiosa ocasión para concienciarnos de que tenemos un largo camino por delante contra esta forma de violencia y de que, quizá, deberíamos de empezar a afrontarlo con la misma perspectiva y tolerancia que el maltrato de género; aunque sólo sea para no repetir errores que han costado mucho sufrimiento y muchas víctimas que se han quedado en el camino.

Ojalá esta sea la última, pero si queremos que estas cosas dejen de ocurrir, se debería de empezar por admitir que este tipo de cosas son vergonzantes y  envilecedoras para toda la sociedad en general y ya no digamos de aquellos que han fallado a la muchacha cuando ella más los necesitaba a su lado.

viernes, 22 de mayo de 2015

"M" de Fritz Lang


M” es pura historia del cine. Un thriller revolucionario en su técnica y sublime en su planteamiento, basado libremente en hechos reales que acontecieron en Düsseldorf y que conmocionaron a la sociedad de la época.  Pero, antetodo, es una película que puede ser muy interesante para la asignatura de Educación para la ciudadanía.

En lo que podría haber sido una mera adaptación morbosa y una vuelta de tuerca más del cine expresionista –cosa que ya de por sí no sería poco-, Fritz Lang plantea un dilema ético  que, dependiendo de la respuesta al drama planteado, puede subvertir la forma de entender nuestra vida en común dentro de la sociedad. Porque, ¿sería ético que una masa social, una mayoría, al margen de la acción legal del Estado y, lo que es más importante, al margen de un juicio garantista, se tomase la justicia por su mano contra un monstruo con desórdenes sexuales que asesina niños? 


Así pues, partiendo de este planteamiento y dado el contexto social que se vivía en 1932, Fritz Lang tiene el acierto de dar otro paso más allá y dota a la película de un trasfondo de denuncia del nazismo emergente mostrando como una sociedad paraestatal se organiza, mediante la astucia y la picaresca pero, según va transcurriendo el metraje, también mediante la fuerza. Tal es así que en alguna secuencia, como el asalto al edificio de oficinas, con uniforme y pistola en mano, recuerda al putsch de 1923. Y todo esto sin pasar por alto que una vez identificado el criminal una de las primeras iniciativas de dicha sociedad es marcarlo con una “M”; lo cual recuerda  a su vez la voluntad de estigmatizar mediante una cinta a aquellos segmentos de la población que resultaban molestos o indeseables para los nacionalsocialistas. No en vano, por cierto, ésta fue la última película de Fritz Lang en Alemania antes de su exilio americano.

Y es, precisamente, esta capacidad de Fritz Lang para dotar de perspectiva y profundidad a una película que ya de por sí partía de una premisa brillante lo que la convierte en una obra maestra superior, incluso, a obras tan geniales como “Metrópolis”, “La mujer del cuadro” o “Perversidad”. Por todo ello, considero, en definitiva, una gran historia con un hondo contenido ético, moral y sociológico, casi atemporal, y de la que se puede extraer material de trabajo y debate para el pensamiento crítico de los alumnos.