Ayer mismo uno de mis alumnos me espetó eso
que tanto tememos los profesores: ¿esto para qué sirve? Esto no me lo
preguntaba sobre la Filosofía, sino sobre la sintaxis de la lengua castellana.
En ese momento comprendí que la Filosofía sólo ha sido la primera de las
humanidades a prescindir. Por eso me he animado a compartir mi
experiencia personal con las humanidades en general, y con la Filosofía en
particular.
Desde bien pequeña me fascinaban todos los libros que habían en
casa, recuerdo revisar una y otra vez los libros de Julio Verne antes incluso
de saber leer. Cuando empecé a leer y escribir mi pasatiempo favorito era leer
todo lo que veía, y escribir todo lo que podía, y si no me lo inventaba. Más
tarde, llegaron la Historia y la Ética, y casi me sabía de memoria los libros
de texto de estas asignaturas. Me fascinaban los hechos del pasado y conocer
todo el entramado del funcionamiento democrático de un país. Cuando llegó la
LITERATURA pensé que dedicaría mi vida a ello. Tenía un profesor que nos hacía
escribir cada semana, y me volcaba en esos trabajos, esmeraba las historias, la
ortografía, la sintaxis, el vocabulario. Todo ello suponía un reto para mí cada
fin de semana. Aprendí a usar el lenguaje para trasmitir mis emociones, mis
pensamientos, mis convicciones, todavía en construcción en aquella época,
conocía los clásicos de la literatura española y hacía uso de ellos para
escribir mis propias historias, algunas para el colegio, otra para mi
entretenimiento personal.
Por fin llegó la Filosofía. En mi adolescencia conocí a Sócrates,
Platón, Descartes, Hume, Nietzsche, todos esos pensadores abrían ante mí un
mundo de perspectivas que bullían en mi mente, que me abocaban a PENSAR. Tanto fue
así que estudié Filosofía, y la universidad supuso para mí una etapa de madurez
intelectual, personal y civil a la cual le debo la persona que soy ahora mismo
casi en su totalidad. La Filosofía me enseñó a pensar, pero sobre todo a
respetar, a escuchar todas las voces, hasta las discordantes, y a hacerlas mías
antes de juzgarlas, en definitiva a valorar todos los puntos de vista para
entender a quién tenía delante. En definitiva, maduré.
Ahora me encuentro en mi etapa docente. No sólo enseño
Filosofía, sino que enseño muchas otras cosas en nuestra pequeña academia, y de nuevo la Filosofía es mi columna vertebral. Sin mi
bagaje filosófico no podría abarcar la pluralidad de asignaturas como lo hago
ahora, ella siempre está en la base de todas las materias y me acompaña en el
camino. Me ayuda a entender conceptos, a hacerlos míos, y a poder transmitirlos
a mis alumnos.
Con todo ello no quiero decir que todo el mundo debería estudiar
Filosofía, como lo hice yo, pero sí que todos necesitamos de las Humanidades,
que no sólo se trata de memorizar fechas, teorías, aplicar fórmulas o calcular,
se trata de aprender a PENSAR, y también
se deben pensar las fórmulas y las teorías científicas, y para ello necesitamos de las humanidades, en
especial de la Filosofía.