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miércoles, 7 de marzo de 2018

ARTE Y TIEMPO: Una aproximación a los márgenes del arte



“La razón del acontecer nos sumerge en el abismo ontológico de una realidad humana, fuente no sólo de sus actos, sino de sus posibilidades mismas”

Xavier Zubiri



Lo fronterizo es siempre aquello que delimita lo que está dentro de algo frente aquello otro que no lo está.  Así pues, ésta pretende ser una de las posibles aproximaciones a los márgenes (o marginalidades) que delimitan el arte; es decir, a aquello que por su contexto temporal  entra en constante diálogo consigo mismo así como con el entorno en el que se circunscribe (y opone): La historia y el contexto social. 

El tiempo es arte
Siguiendo esta línea de aproximación, podemos entender el tiempo como generador de estructuras (esencias) que conforman la propia definición de arte; de lo cual, creo, que se pueden inferir las siguientes conclusiones: La primera es que el tiempo y el arte se retroalimentan; pues los nuevos tiempos generan nuevas expresiones artísticas (descomponiendo y formando, a su vez, nuevos márgenes,  nuevas estructuras); y, la segunda, que el arte es susceptible de generar, a la inversa, nuevos valores y nuevos tiempos en su diálogo permanente con el espíritu de la historia. Escribe Felipe Martínez Marzoa, al respecto, en “La soledad y el círculo”: 

Es irrelevante el que un lingüista se considere o no “estructuralista”, pues, en cualquier caso, sin la ruptura estructural o reducción estructural no pueden reconocerse entidades, ya que las variantes materiales, físicas, “reales” en sentido trivial, son por definición infinitas, que es lo mismo que no sean ninguna

¿Existe un “decir”, pongamos, que se dé bajo un criterio de excepcionalidad? Cabe preguntarse si es precisamente ahí donde radica su dificultad para definirlo: En su excepcionalidad; esto es, en la constante indeterminación de sus márgenes; y, por ende, en su exigencia de reformulación estructural, dada su cercanía –e incluso simbiosis- con el pensamiento. Simbiosis, por cierto, que al acontecer en el tiempo, debe fijar constantemente los límites de su interpretación e inteligibilidad, ya que ambos contienen una imagen o visión del mundo y de cómo éste acontece -salvo, quizás, en lo inefable-, convergiendo en el espacio al que dirigen su interrogar. Al respecto, es indudable que el díctum “Ser-en-el-mundo” encierra un profundo enigma; especialmente en la preposición “en”. Pero cabe oponerle que el gran abismo de nuestras vidas, mientras acontecemos en el mundo al que somos arrojados, se da en el origen de un tiempo y en su conclusión (aion). Pues, ante todo, la mera espacialidad es una mirada proyectada sobre el hombre; pero aislada de aquello que lo constituye en su existir más radical.

Como actividad humana es, por lo tanto, propio de la esencia del arte –o de su estructura- darse en el tiempo -en un tiempo-; y ser, a su vez, en su marginalidad, intempestivo. Parece, por lo tanto, que no puede haber creación artística sin una reformulación o cuestionamiento constante de “lo común o socialmente establecido”. Lo cual, a su vez, entra en contradicción con aquello que es propio y define a la vida en comunidad: A saber, poner en sincronía, en mayor o menor grado, el tiempo de cada ser con respecto al de los demás. Precisamente, en las sociedades totalitarias, allí donde se observa una mayor resistencia y oposición a nuevos planteamientos artísticos (o filosóficos), es donde existe una mayor voluntad de poner esos tiempos en sincronía anulando, así, el tiempo del sujeto, de la persona singular, al ritmo -entre otros- del paso de la oca. 

Y ahora que empezamos a otear lo esenciable de sus márgenes, podemos preguntarnos: ¿Cabe la posibilidad de trascender ese diálogo? ¿Es posible un arte en el que desaparezca “la mirada” del artista? Tal vez sea cierto que, de un modo radical, sea propio de su naturaleza el acontecer sin propósito alguno. De ser así, tal vez, también le sea propio el coqueteo constante con la figura del idiota: El ángel, a priori, sin mensaje. De ahí la inevitable perplejidad ante cualquier intento de establecer una definición que pueda abarcar o fijar los márgenes y su estructura; ya que el arte situado en la marginalidad es –todavía- para la sociedad, un ángel intempestivo que tiene puesta su mirada en lo venidero y lo que está por trascender.


 

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