Un muy interesante biopic sobre la filósofa hebrea de origen alemán Hannah Arendt. En concreto, la película trata sobre el periodo en el que cubre el juicio al
nazi Adolf Eichmann, para el Newyork Times, en Israel. La película me pareció
en la línea de otras películas de Margarethe von Trotta como Rosa de
Luxemburgo o Visión. La historia de Hildegard von Bingen; todas ellas
con su actriz fetiche para estos papeles, Barbara Sukowa.
En Hannah Arendt, Barbara Sukowa logra un retrato bueno, serio y convincente de la filósofa alemana. En la cinta consigue transmitir pinceladas de fríaldad, altivez, displicencia... de lucidez, de amargura. Fiel a sus convicciones y alejada del pensamiento manido y convencional, el personaje, al igual que la propia filosofía, se enfrenta - a menudo con dolor e incomprensión- contra ese tipo de pensamiento.
En definitiva, me parece que Barbara Sukowa logra una interpretación excelente que mucho tiene que agradecerle a un guión logrado y consistente que introduce y gira en torno a la concepción del mal sobre el que meditó Hannah Arendt a lo largo de su vida. Un mal que no se da por una voluntad expresa de llevarlo a cabo, como la figura dieciochesca de Mefistófeles, sino por omisión, por pusilanimidad, por desinterés e incapacidad para cuestionarse sus acciones; y es en la figura de Adolf Eichmann donde Hannah encuentra un paradigma de ese mal que se esencia a lo largo del S.XX: En un burócrata eficiente de las SS, cuyo único sentido del bien y de la responsabilidad no va más allá de la obediencia a sus superiores y del trabajo bien hecho: En este caso, hacer que los trenes partan puntuales hacia Auschwitz.
Otro aspecto que me parece interesante, y que trata de
forma indirecta el fenómeno del Nazismo, pero desde la perspectiva de un
personaje que, aunque en las antípodas del perfil mediocre de
Eichmann, también se enfangó con su oscura colaboración con el régimen
Nazi. Me refiero al profesor y amante de Hannah Arendt, Martin
Heidegger. Y digo interesante porque, que yo sepa, es la primera vez que
se lleva al cine, aunque sea de una forma tan somera, la relación de
ambos personajes entre ellos mismos y la política.
Para concluir, sólo me queda por hacer dos cosas: Una es que, al que no la haya visto, recomendarle vivamente que lo haga; y, otra, celebrar que todavía hayan salas comerciales con la valentía de proyectar este tipo de películas.
Adolf Eichmann y el subconsciente israelí: http://www.elmundo.es/internacional/2016/05/02/5727b1ff468aeba9518b45c0.html
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