El
mensaje sigue siendo el medio, y creo que con más fuerza todavía de lo que Guy
Debord vislumbró en "La sociedad del espectáculo". La aldea global de McLuhan es un hecho y nada parece justificar un lenguaje destinado a desenmascarar el trasfondo
metafísico de una ideología burguesa en los fenómenos de influencia, surgidos de
los nuevos canales de comunicación; el trabajador del S.XX todavía bebía de las fuentes ideológicas e históricas de la burguesía, pero el actual sujeto histórico y los canales de comunicación que le son propios sólo se perpetúan y se deben a sí mismos y, por encima de ellos, a la tecnología de las que
son deudores. Del mismo modo que la reivindicación de libertad de ese nuevo sujeto histórico ya no aparece acotada como reivindicación al trabajo.
Muy
válido en cambio me parece el concepto de subsunción del que hablaba Althusser,
pues la capacidad de asimilación que se da en estos medios convierte a cualquier
ámbito de actividad del espíritu en un objeto de consumo; de usar y tirar; y en
banalidad cualquier pensamiento crítico que se dé en y contra ellos.
Sus tragaderas son enormes y son capaces de asimilar el contenido y
depositarlo en una esfera de importancia muy relativa. Sólo el estímulo, la
atención inmediata, la imagen plana tiene valor y peso en ellos; focalizándose casi exclusivamente
en cuantificadores de influencia; y eso
poco tiene que ver con el logos. Sí es cierta y reconocible, en cambio, una virtud
democrática muy presente en estos nuevos medios: La capacidad de elección. Así
se me podría reprochar que estos medios nos ofrecen la oportunidad de cribar y
escoger la información -¡y hay mucha!- que queremos consumir. Pero esa virtud
creo que también entraña su mayor riesgo: Toda esa información que se da bajo
el aura y la esencia de la técnica se desdibuja y pierde su razón; se desfigura
irremediablemente al pertenecer a ámbitos muy distintos. Véase, por ejemplo, disciplinas como la
filosofía, la poesía, el pensamiento o la educación (no entendida aquí como
instrucción. Esto es, no como la mera acumulación de datos), etc. Creo que el
espíritu de estos campos, como la filosofía, adolecen de, entre otras cosas, una vocación
de trascendencia mayoritaria o de masas.
Decía
Jünger, refiriéndose a la esencia de los primeros fenómenos de masas a mediados
del S.XX: "Más aplanador, más igualador que el Estado es la técnica".
Lo cual me parece muy válido y aplicable a los nuevos fenómenos de
comunicación; y, por cierto, en otro orden de cosas, hace patente lo absurdo y anacrónico que resulta
el llamamiento a fortalecer el Estado-nación como mera reacción
antiglobalizadora. Aunque, probablemente, esos partidos e ideologías no sean ya otra cosa que parte de la oferta de consumo, diluidos en otro
fenómeno consustancial al de los nuevos medios de comunicación: La posverdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario